A VUELTAS CON LAS CIFRAS DE TENSIÓN


En los últimos meses de 2015 se publicaron 3 estudios que cuestionan las cifras objetivos a alcanzar en pacientes hipertensos y que incluso motivaron un artículo en el diario El País bastante sesgado, simplista y que generará confusión entre pacientes y profesionales poco avezados. A lo largo de esta entrada vamos a tratar de ver que aportan cada una de estas publicaciones.
Hasta ahora la práctica habitual indicaba unos objetivos a alcanzar de 140/90 para los menores de 80 años y 150/90 para los mayores de esta edad, tanto en pacientes diabético como no diabéticos. Esta recomendación estaba sustentada por dos revisiones Cochrane[1],[2] y varios ensayos clínicos publicados con posterioridad[3],[4]. Curiosamente en los dos  últimos meses del año pasado vieron la luz tres publicaciones que cuestionaban estas cifras, y que son el objeto de este post.
El estudio SPRINT[5] fue publicado en noviembre del año pasado. Se trata de un ensayo clínico abierto en el que 9361 hipertensos fueron randomizados a recibir tratamiento intensivo con el objetivo de alcanzar una tensión sistólica (TAS) < de 120 mmHg, o terapia estándar con el objetivo de TAS < 140 mmHg. El estudio pretende evaluar una estrategia de intervención y no un régimen terapéutico especifico. Los criterios de inclusión fueron TAS entre 130 y 180 mmHg y riesgo cardiovascular elevado: enfermedad cardiovascular (ECV) clínica o subclínica (excluyendo ictus), ERC con filtrado glomerular entre 20 y 60 ml/min, riesgo cardiovascular superior al 15 % según el score de Framingham o edad > 75 años. Entre los criterios de exclusión destacan historia previa de diabetes mellitus, ictus o pacientes institucionalizados, antecedentes de angina inestable en los 3 meses previos, insuficiencia cardiaca sintomática en los últimos 6 meses o FEVI < 35 % entre otros. En total iniciaron el estudio 9361 personas, con una edad media de casi 68 años. Aproximadamente un 28 % tenían ERC, el 20 % ECV y la puntuación media en el Framingham Risk Score fue del 20.1%.  La variable principal fue la compuesta por infarto de miocardio, otros síndromes coronarios agudos,  acva, fallo cardiaco o muerte cardiovascular. También se analizó la  mortalidad total. El estudió fue financiado por un beca de la NHLBI/NHI, y fue detenido antes de lo previsto debido  al beneficio obtenido  en el grupo de intervención.  Al final de este periodo el  ensayo clínico mostró una reducción significativa de la variable principal en los pacientes asignados al grupo de terapia intensiva (1,65 % anual vs 2,19 % anual; razón de riesgo 0,75, IC 95 % 0,64 a 0,89, p> 0.01). También se redujo de forma significativa la mortalidad total (razón de riesgo: 0.73; IC 95 % 0,60 a 0,90, p= 0.003). Las NNT a 3,3 años fueron respectivamente de 63 y 83. A cambio en el grupo de intervención también se incrementaron de forma significativa los eventos adversos: cualquier evento (4,7 % vs 2,5 %, NNH 45 a 3,3 años), sincope (1.4% vs 0,6 %, NNH 83 a 3,3 años), hipotensión (1.8 % vs 0.8 %, NNH 100 a 3,3 años), fallo renal agudo (NNH 63 a 3,3 años) o  progresión de la  ERC (NNH 37 a 3,3 años). En resumen podemos  decir que el estudio tiene las fortalezas de unos puntos finales “duros” (IAM,  mortalidad cardiovascular, ACVA, etc), una muestra muy amplia y con una importante representación de personas mayores de 75 años (28,2 %). Entre sus limitaciones destaca la naturaleza abierta del diseño que incrementa de forma significativa el  riesgo de sesgos. Por ejemplo: los pacientes del  grupo  intensivo realizaron entre un 20 y un 30 % más de visitas no programadas que los del grupo estándar, la exclusión de pacientes institucionalizados, diabéticos o  con acva previo, y la selección de la población de alto riesgo CV que hace difícil  trasladar estos hallazgos a la práctica clínica habitual, solo un 17 % de la población hipertensa se ajusta a estos mismos criterios. Este mismo problema hace que no  se puedan trasladar estos  beneficios a pacientes hipertensos con riesgo cardiovascular bajo o moderado.
En ese mismo mes de noviembre se publicaba un meta-análisis[6] cuyo objetivo era valorar  la eficacia y seguridad de la terapia intensiva frente a la terapia estándar en el manejo de la hipertensión. Este meta-análisis incluyó ensayos clínicos (EC) de más de seis meses de duración, en los que se comparaba tratamiento intensivo frente a otro menos intensivo. La diferencia entre ambos venía dada por los objetivos de TA o reducciones de la misma a alcanzar. La variable principal fueron los eventos cardiovasculares mayores (compuesta de IAM, ictus, insuficiencia cardiaca o muerte cardiovascular), todos ellos se analizaron también por separado; mortalidad global, ERC terminal y eventos adversos. La estrategia de búsqueda fue adecuada y se incluyeron un total de 19 EC, Todos ellos  excepto 2  incluían pacientes con HTA y enfermedad vascular, ERC, diabetes u otros factores de riesgo,  es decir pacientes de alto o muy alto RCV. Al  final del  seguimiento la media de TA en el grupo de tratamiento intensivo fue de 133/76 frente a 140/81 en el grupo menos intensivo. El tratamiento intensivo redujo la variable  principal en  un 14 % (IC 95% 4 -22), los IAM en un 13% (IC 95% 0-24) y los ictus en un  22% (IC 95% 10-32). No  se apreciaron reducciones significativas en la aparición de insuficiencia cardiaca, mortalidad cardiovascular o global ni en el desarrollo de ERC terminal. El  tratamiento intensivo se asoció de forma significativa con un incremento de eventos adversos, RR 1.35 (IC 95 % 0.93 – 1.97), principalmente hipotensión severa RR 2.68 (IC 95% 1.21 – 5.89). Las conclusiones parecen evidentes: en pacientes de alto RCV o  en prevención secundaría el tratamiento hipotensor intensivo se asocia con una mayor protección vascular que los  regímenes estándar.  Sin embargo este meta-análisis tiene varias limitaciones que reducen el  alcance de estos hallazgos: la primera la falta de datos  sobre las reducciones absolutas de los eventos lo que nos impide valorar la  verdadera relevancia clínica de estas reducciones, modestas por otra parte, de riesgo. Tampoco informa de  otro aspecto  importante como el número de fármacos empleados en ambos regímenes terapéuticos y solo 6 estudios de los 19 informaban sobre eventos adversos.
La tercera publicación es otro meta-análisis[7] que tenía como objetivo clarificar las posibles diferencias en los beneficios del descenso de tensión arterial en función de las cifras iniciales de TA, la presencia de comorbilidades o el tipo de fármaco. Para ello  llevaron a cabo una revisión sistemática de ensayos clínicos sobre tratamiento hipotensor publicados entre 1966 y mediados de 2015. La única condición para inclusión es que tuvieran al menos 1000 pacientes/año de seguimiento en cada uno de los brazos del estudio. En total  incluyeron en el meta-análisis 123 EC, con un total de 613815 participantes. El análisis estadístico  demostró una reducción relativa del riesgo de sufrir eventos cardiovasculares mayores (ECM),  ictus,  insuficiencia cardiaca o mortalidad proporcional a la magnitud de la reducción de la TA alcanzada. Por  cada 10 mm de Hg de reducción de la TA sistólica se reduce el  riesgo de ECM en un 20 % (RR 0.80, IC 95 % 0.77-0.83), ictus en un 27 % (RR 0.73 IC 95 % 0.68-0.77), de enfermedad coronaria en  un  17 % (RR 0.83, IC 95 % 0.78-0.88) y de mortalidad total en un  13 % (RR 0.87, IC 95 % 0.84 – 0.91). No se demostraron diferencias en  estos beneficios en pacientes con o sin enfermedad cardiovascular previa, la presencia de comorbilidad o en aquellos EC que incluían personas con TA sistólica por debajo de 130 mm Hg. Si que hubo  algunas diferencias en cuanto a los fármacos: los beta bloqueantes fueron significativamente menos eficaces que el resto en la prevención de ECM (RR 1.17, IC 95 % 1.11-1.21), ictus (RR 1.24, IC 95 % 1.4-1.35) y fallo renal (RR 1.19, IC 95 % 1.05-1.39). Los bloqueantes de los canales del calcio fueron superiores al resto en la prevención del ictus (RR 0.90, IC 95 % 0.85-0.95) pero inferiores en  la prevención del desarrollo de insuficiencia cardiaca (RR 1.17, IC 95 % 1.11-1.24). Por contra, os diuréticos fueron superiores en la prevención de la insuficiencia cardiaca (RR 0.81, IC 95 % 0,75-0,88). En este meta-análisis no nos  proporcionan datos que nos  permitan  calcular las reducciones absolutas del riesgo, ni analiza los mas que presumibles efectos adversos asociados al descenso de la TAS.
Estas tres nuevas publicaciones nos vuelven a remarcar algunos aspectos del manejo de la hipertensión que ya conocíamos, como los beneficios del  tratamiento hipotensor en la prevención de la enfermedad cardiovascular, las diferencias entre los distintos grupos terapéuticos a la hora de obtener estos beneficios  o la no existencia de la curva en J.  Añaden algún que otro aspecto novedoso como el hecho de que estos beneficios se dan en proporciones similares en pacientes con o sin enfermedad cardiovascular previa o independientemente de las cifras basales de TA. También confirman el hecho de que el mayor beneficio se obtiene en pacientes de RCV elevado. Volvemos, por lo  tanto,  a lo que ya veníamos predicando desde hace tiempo: la necesidad de individualizar tanto los  tratamientos como las metas a alcanzar en el manejo de la hipertensión junto con la toma de decisiones compartidas con el paciente. Probablemente pacientes jóvenes con RCV elevado,  sin grandes comorbilidades y que no requieran un alto número de fármacos hipotensores puedan beneficiarse de unos objetivos de TA más estrictos que los que actualmente recomiendan las guías de práctica clínica. En  estos casos la  toma compartida de decisiones,  con información veraz sobre los posibles eventos adversos asociados a estos objetivos más estrictos debe ayudarnos a establecer esos objetivos individualizadas.
Autor: A. Fornos Garrigós. Médico de familia. Gerencia Departamento Valencia-Hospital General
Foto: Antonio Fornos Garrigós





[1]Arguedas Jose Agustin, Leiva Viriam, Wright James . Blood pressure targets for hypertension in people with diabetes mellitus. Cochrane Database of Systematic Reviews 2013. DOI: 10.1002/14651858.CD008277.pub2
[2]Arguedas Jose Agustin,  Perez Marco I, Wright James M. Treatment blood pressure targets for hypertension.  Cochrane Database of Systematic Reviews 2009. DOI: 10.1002/14651858.CD004349.pub2
[3] Accord Study Group. Effects of intensive blood-pressure control in type 2 diabetes mellitus. N Engl J Med 2010, 0: NEJMoa1001286.
[4] Oginhara T, Saruta T, Rakugi H et al. Target blood for pressure for the treatment of isolated systolic hypertension in the elderly.  Valsartan in the elderly isolated systolic hypertension stydy. Hypertension 2010; 56(2):196-202.
[5]The SPRINT Research Group.  A Randomized Trial of Intensive versus Standard Blood-Pressure Control
N Engl J Med 2015; 373:2103-2116.
[6]Xie, Xinfang et al. Effects of intensive blood pressure lowering on cardiovascular and renal outcomes: updated systematic review and meta-analysis. The Lancet , Volume 387 , Issue 10017 , 435 - 443
[7] Ettehad D, Emdin, CA, Kiran M, et al. Blood pressure lowering for prevention of cardiovascular disease and death: a systematic review and meta-analysis. Lancet. 2015. http://dx.doi.org/10.1016/S0140-6736(15)01225-8.

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